Tienes que dejar la ciudad unos días y has dejado el perro en casa de esa tía tuya, que lo adora. Cuando volvéis a estar juntos en casa, éste se muestra desubicado. No quiere dormir en su camita, deja el comedero sin tocar y se tira insistentemente sobre ti, en una atosigante actitud de pedir comida. No hacen falta muchos más indicios para saber que, en esos días de separación, tu perro ha estado – sin duda – viviendo la vida loca, en casa de la tía. Allí apenas ha comido su pienso, ha tenido atención individualizada las 24 horas del día (noche incluida), y ha dado rienda suelta a todos los caprichos posibles…

Reunión de amigos. Por fin hace buen tiempo y todos han acudido a casa a la barbacoa que organizas en el jardín. Por supuesto, tu peludo es el centro de atención absoluto. Mientras das la vuelta a tus pinchos vegetales favoritos, te das cuenta de que cada vez que distraes la mirada, tu perro pasa de lado a lado del césped, llevando en cada ocasión un pedazo más grande; eso sí, se cuidará bien de comerlo en privado porque sabe que hay algo en el conjunto que no debe de ser del todo legal.

La guinda vendrá cuando, a los postres, descubras horrorizada que uno de tu panda ha generado un corrillo, que se parte de risa ante algo que está ocurriendo a la altura del suelo. Pues sí… no puedes creértelo, allí está tu amigo ofreciéndole la bandeja con restos de la tarta a tu perro, que lame como poseído aquella delicia desconocida. Así podríamos seguir hasta el infinito.

Tener un animal es una gran responsabilidad y esta responsabilidad ha de evidenciarse, ante todo, en las cuestiones referidas a la salud y a los hábitos saludables. En ese ámbito, la alimentación y – por ende – los hábitos alimenticios son fundamentales. Ahora bien, como seres sociales que somos, en la alimentación de nuestro perro hemos de hacer corresponsable a todo nuestro círculo social. Ese círculo ha de tener una información muy clara respecto a los límites nutricionales de nuestro peludo… y somos nosotros quienes hemos de proporcionársela. Hacerlo de un modo firme y claro nos ahorrará disfunciones en la salud y el comportamiento de nuestro perro y – cosa no menor – más de una discusión desagradable con nuestros familiares o amigos.

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