Estamos bastante acostumbrados a repetir con nuestros perros juegos que a nosotros nos parecen divertidos o sencillamente que consideramos que son los que siempre han de practicarse con ellos. Ello no quiere decir, no obstante, que esos juegos sean los que a ellos más les gustan. A menudo, pensamos que los más sencillos de arrojarles la pelota o el frisbee son la culminación de sus expectativas, pero es posible que – en su cabeza de amigos fieles – crean, en realidad, que atendiendo al lanzamiento del dueño o la dueña son ellos quienes nos están haciendo pasar un buen rato a nosotros. Por otro lado, hay juegos como el de recoger los juguetes por su nombre, que implican un punto de adiestramiento, que redunda más en orgullo para los dueños, que en satisfacción para el animal, que, con frecuencia, en lo único que está pensando es en el chuche de premio.
Para jugar de verdad con nuestro perro, hemos de observar detenidamente qué le divierte: por ejemplo, meterse en el agua y chapotear y que tú contribuyas – como él te indique – a participar en ese juego; ofrecer tus dedos como si fueran conejillos que salen de la madriguera (dos cojines) y que él enloquecerá buscando; acompañarle a lugares de naturaleza, en los que él puede ser él mismo, buscarte entre la maleza o los árboles; correr contigo…
Dejarle a tu perro expresarse y decirte con qué se lo pasa bien de verdad es el mejor camino de seguir estrechando vuestra amistad.